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                                    No.23 | Julio 20255V o z de I r %u00e1 nIsrael, con el respaldo incondicional de Estados Unidos y la complicidad silenciosa de varias potencias europeas, ha consolidado una pol%u00edtica regional basada en la impunidad. Sus intervenciones militares en Siria, sus actos de espionaje, el asedio constante contra el pueblo palestino y su negativa a someterse a ning%u00fan tipo de supervisi%u00f3n internacional en materia nuclear son parte del contexto que rara vez se menciona. Mientras tanto, cualquier gesto de respuesta desde Teher%u00e1n es inmediatamente catalogado como %u201cprovocaci%u00f3n%u201d, %u201cescalada%u201d o %u201camenaza a la estabilidad%u201d, como si Ir%u00e1n no tuviera derecho a defenderse ni a responder en nombre de la justicia regional.Esta publicaci%u00f3n no busca glorificar el conflicto ni exaltar el uso de la fuerza, pero s%u00ed afirmar con claridad que no todos los misiles son iguales, ni todas las muertes tienen el mismo peso en la narrativa global. Mientras las grandes cadenas se apresuran a repetir las versiones oficiales de Tel Aviv o Washington, se invisibiliza la voz de millones que han vivido bajo ocupaci%u00f3n, que han sido blanco de sanciones injustas, y que ven en Ir%u00e1n un referente de soberan%u00eda y resistencia.Durante estos doce d%u00edas, Ir%u00e1n ha dejado claro que no permanecer%u00e1 en silencio ante el expansionismo israel%u00ed ni ante las amenazas que cruzan sus fronteras f%u00edsicas y simb%u00f3licas. La respuesta iran%u00ed no es impulsiva ni desproporcionada: es un mensaje claro de que cualquier ataque contra su pueblo o sus aliados tendr%u00e1 un costo. No se trata de una demostraci%u00f3n de poder sin rumbo, sino de una reafirmaci%u00f3n de principios: el derecho a existir sin tutelajes, sin chantajes econ%u00f3micos y sin injerencia extranjera.Los pr%u00f3ximos d%u00edas ser%u00e1n decisivos. Las canciller%u00edas del mundo volver%u00e1n a hablar de %u201cdesescalada%u201d, pero pocos se atrever%u00e1n a hablar de las causas estructurales de esta guerra: la ocupaci%u00f3n de Palestina, la negaci%u00f3n de derechos a pueblos enteros, el doble est%u00e1ndar internacional, y el uso del poder militar como herramienta de dominaci%u00f3n. En este escenario, el periodismo tiene una responsabilidad hist%u00f3rica: no repetir consignas, no encubrir violencias, no borrar contextos. Mostrar la otra cara no es tomar partido, es ejercer la honestidad. Y si tomar partido implica ponerse del lado del derecho internacional, de la autodeterminaci%u00f3n de los pueblos y de la defensa leg%u00edtima ante agresiones sistem%u00e1ticas, entonces que no quepa duda: esta publicaci%u00f3n se ubica con claridad del lado que resiste.
                                
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